Caminaba cabizbajo por el peso
de cadenas que a sus pies habían atado;
a un concilio es que llevaban a ese preso,
para ver de la razón que era culpado.
Multitudes en la calle le gritaban
y escupíanle al mendigo su semblante;
a su paso los curiosos murmuraban
la penosa trayectoria del errante.
A lo lejos... unos ojos derramaban
gruesas gotas de llorar sobre la tierra,
de una anciana que sentía le arrancaban
un pedazo que en el alma se le aferra.
Los cabellos de la dama eran ya blancos
y su cuerpo denotaba sufrimiento.
De rodillas se encontraba en un barranco,
viendo a su hijo y consumida en el lamento.
No olvidaba cuando aquel era pequeño
y en su pecho la cabeza recostaba;
recordaba todo aquello como ensueño,
pues miraba en el camino al que pasaba.
Levantando la mirada quedamente
y poniéndola en la anciana el hombre dijo:
"No lloréis, oh madre mía, por mi suerte.
¡Homenaje a la verdad es ora tu hijo!"
Prosiguiendo en la penosa caminata
llegó al fin ante el concilio que esperaba;
comprendía que esa gente era ingrata
y que allí sólo la muerte le aguardaba.
Mas por nada él huiría de la muerte
y apartarlo de eso ya nadie podía.
Muy gustoso se jugaba aquella suerte
y muy poco le importaba si moría.
Y como era de esperarse de chacales
decidieron arrojarlo a la hoguera.
Pobres hombres que simulan ser leales
cuando no son más que sucias fieras.
Y fue entonces que a la plaza ellos lo enviaron
a pagar con cruel tortura y con su vida
las maldades que allí se le encontraron:
Engañar al pueblo entero con mentiras.
Fuese el mártir cual oveja al matadero.
Nubes negras en el cielo se agrupaban.
Mas su fe había puesto en el Cordero
y muy poco le importaba si moría.
Grande espasmo suspiraba todo el pueblo
cuando a un poste le llevaron a amarrarlo,
bien sabían que ese hombre era bueno,
pero nadie fue capaz de rescatarlo.
Y la plebe aguardaba en silencio.
¡Esperando el espectáculo horroroso!
Preguntándose la causa de aquel precio,
la razón detrás de ese acto doloroso.
"Si dijeras de tu boca unas palabras
de gran duda sacarías mucha gente.
Dinos, pues, de esa esperanza que abrazabas.
¡Dinos, pues!, que nos tienes impacientes."
"Os decís que escucharéis de mi razones,
la razón voy a decirles porque muero:
Muero yo al querer cortar las aflicciones
de esas vidas que no tienen un consuelo.
"Pues vosotros sois testigos del tormento
¡De este mundo que te aplasta contra el suelo!
Eso es lo que sentía en mis adentros
cuando hablóme la Palabra que da el cielo:
"‘Hijo mío, dijo Dios, a ti te quiero.
No deseches el consejo sino abraza;
no busquéis de ti la suerte que no espero,
ni te apures a morir sin esperanza.’
"Pues estaba en lo profundo del abismo
y hondo grito se me ahogaba en la garganta,
y buscaba la salida con mis ojos
pero estos ofuscados se encontraban.
"Y fue así como en el último momento
dióme vida y salvación mi Jesucristo.
Yo lo dije, hoy por eso aquí me encuentro,
mas la muerte veo de frente y no resisto.
"Pero dicen que yo soy un gran hereje,
un impío, hechicero, un mal hombre.
Dios los juzgue y su amparo no los deje,
esto que hacen contra mí no tiene nombre."
Se acercó el verdugo, gobernó el silencio
y encendió bajo el mendigo leña verde,
elevóse el humo cual espeso incienso.
Grandes llamas a lo lejos podían verse.
En redor la multitud petrificada
al mirar envuelto en llamas al errante;
y aún más cuando en su rostro encontraban
una luz que hacía hermoso su semblante.
Entonaba un bello canto que decía:
"He vencido, Cristo amigo, solo amando."
pero el pueblo no entendió que sucedía;
ahogó un suspiro el mártir..., murió cantando.